lunes, 5 de mayo de 2014

Razones para cuidarse (o no) de un "lector de mentes".

Los lectores de mentes son gente común y silvestre, vos lo ves andando por la calle y parecen normales, como vos o yo. No hay nada en su forma de vestirse o en la manera de caminar que los delate. Tampoco tienen rasgos particulares: sus orejas no terminan en punta como las de los duendes, sus ojos pueden ser de cualquier color, sonríen e, incluso, hablan nuestro mismo idioma. Algunos usan lentes, porque no todos los lectores de mentes tienen bien calibrados los ajustes de distancias o colores, pero eso en realidad no importa, porque si algo se les escapó a la vista, agudizan otros sentidos. 

Pasa con estos seres que se te aparecen de sopetón y te agarran distraída, porque claro, los que no tenemos esa clase de superpoderes vamos por la vida medio a los tumbos, como que se te escapan tus propias ondas del dial y tenes que andar sintonizándote cada cierta cantidad de pasos. Y así es que un día te los cruzas de frente en una góndola del supermercado, o en la esquina de tu casa esperando el mismo bondi que vos, o buscando lo mismo (nada mas que vos ni siquiera sabes que lo estas buscando). Y te miran sin filtro y te leen la cabeza. No tengo idea como lo hacen, dicen que algunos nacen con esa cualidad y que al ser entregados a sus padres lo primero que hacen es mirarlos de lleno en el iris del ojo, se meten en las pupilas y descifran el misterio la sinapsis ahí, en ese mismo instante. Se comenta también que otros lo desarrollan con el tiempo, como resultado del esfuerzo de nadar incansablemente contra la corriente. Como sea, se sabe que son outsiders, cualquiera sea su entorno. No encajan. No pueden encajar, ni aunque quisieran, porque no pueden dejar de leer todo lo que los rodea todo el tiempo. No lo eligen, es parte de lo que les tocó en la repartija, así como ami me tocó ser tetona y petisa, y a vos morocho y flaco.

Te pueden mirar, leerte, y ya, seguir camino sabiendo todo lo que pensaste toda tu vida. Capaz que hasta te miran con asombro, o con lástima si sos muy básico (habría que ver todo lo que piensa la gente!). Pero una vez en tu vida, si tenes suerte, te cruzas con uno que leyó algo que le gustó, y se quedó. Y te sentís completamente en bolas, imaginate, no hay chance que escondas el ruido que hace el río de ideas que corre, se abre paso entre piedras con sus rápidos, cae en una cascada y trata de seguir curso entre un montón de basura que tenes abarrotada de todo lo que aprendiste alguna vez y ya no te sirve (si es que alguna vez te sirvió). Es tu río, y ya te parecía bastante terrible saber que existía. Ahora, además, tenes al frente alguien que lo está viendo y quiere armar un picnic en sus orillas. 

De todas formas, la historia termina bien: ese río que hace bulla todo el tiempo termina siendo tu mejor aliado. El ruido significa movimiento. Corre, y la corriente va limpiando lo que sobra, y cuando hay creciente no sabes! Se te escapa lo que ya no hace falta por los mismos ojos por donde tenes al lector de mentes mirando impunemente. Porque si hay algo que caracteriza a los lectores de mentes es que son inimputables, ellos ya leyeron que pensás y no tienen ningún inconveniente en hacer con eso lo que mejor les viene en ganas. El secreto esta en darse cuenta que estar desnuda es lo mejor que te puede pasar. Y que amar ese río caudaloso que no para nunca es tu mayor desafío. 

Si te cruzas con un lector de mentes, (pero con uno de los buenos, de esos que saben que son casi extraterrestres y que descubrieron su rol entre nosotros, los giles mortales) no hay vuelta atrás. Podes no verlo nunca mas. Incluso podes tratar de hacerte la boluda un tiempo, y hasta comprarte un buzón de autosuficiencia y madurez ("yo lo hice solita porque soy re grosa"). Pero la impresión que te causa haber sido descifrada y así descubrirte a vos misma, no se te escapa tan rápido de los sentidos. Sobretodo porque lo que ves reflejado en la mirada de un lector de mentes es tu propio caudal. Bonito, feo, loco de remate, pero tuyo.



Ahora ya lo saben, y el que avisa no traiciona: cuando tu vieja, el señor que viaja sentado al lado en el bondi o el flaco que te gusta te dicen exactamente algo que estabas pensando, no es casualidad. Dejate llevar, que asomarte a vos misma de la mano de (o empujada por, depende) alguien que ya te vio enterita es genial. Y animarte a meterte adentro y explorar, ni te cuento!

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