jueves, 8 de mayo de 2014

Yo nací de un molde.


Aunque todos crean que ami me hicieron de la forma tradicional, hombre y mujer garchando, espermatozoide más rápido y fuerte (bueh), 8 meses y medio de gestación, cesárea de apuro por ansiosa, no fue así. Ami me hicieron en un molde. 

Le pusieron unos huevos bárbaros, mis papás cocineros. Eligieron un moldecito hermoso, no sabés lo que era! Perfecto, del tamaño justo para que no se saliera masa por los costados y para que, una vez desmoldada, pudiera entrar en cualquier tartera estándar. La receta la siguieron al pie de la letra, con los mejores ingredientes que la época de la hiperinflación les permitió conseguir. Metódicos, gente instruida y con buen paladar, tenían todo listo para que saliera exquisita. 

No es su culpa, igual, uno a veces pone huevos y las cosas salen como quieren. Y el tema con la comida es que nunca sale igual una cocción a otra, y yo me escapé por algunos costados, me rebasé. Me debo haber inflado mucho con el calor y de ahí mi actual preferencia por los días frescos de otoño o primavera y eso de ser estufita humana. Seguía siendo una preciosura, con uno que otro bordecito fuera de lugar, pero de la más fina hechura. Y asi, con esos pedacitos extra fui tratando de encajar en otros moldes que iba encontrando por el mundo -uno siempre quiere volver a sentirse contenido- pero no encajaba bien del todo y un buen día, harta ya de probar sin éxito y resignada a que si, esos pedacitos que me sobran también son míos (como los flotadores, así) me escapé.

Corrí como un pedazo de masa puede correr: lento, a los tropezones, cuidandome de los charcos (cuando la masa se moja queda fieronga, todo el mundo lo sabe). Corrí y transpiré y probablemente junté gustito feo pero incluso asi y con los sobrantes y las partecitas quemadas, me alejé de lo que me daba tanto miedo: los moldes en los que los otros encajaban tan perfectamente y ami me hacían doler por todos lados. 

Lo malo conocido tiene, sin embargo, la ventaja de la no sorpresa. Uno cree a veces que es más fácil volver a tratar de encajar que dejarse llevar por nuevas formas libres y cambiantes. Lo nuevo, sin guías ni limites firmes, deja todo al libre albedrío. Vos elegís que forma tomar. O podes elegir desgranarte en una inmensa pila de migas. O hasta incluso podes cortarte en muchas porciones y convidarte, aunque eso sea perder una partecita que se va, de paseo, para otros rumbos.

Yo nací de un molde, y eso fue lo mejor que me pudo haber pasado.

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